Aplicar "Normas claras y Límites firmes en los niños” garantizan seguridad, autoestima, percepción de control y satisfacción personal

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Referencia de la noticia:
bastidademiguel.blogspot.com.es









Fecha: Enero 2009
Autora: Ana Mª Bastida de Miguel
  
Las normas: son las pautas que ayudan a nuestros hijos a llevar a cabo comportamientos adecuados, interiorizados y aceptados por las costumbres de
cada época y sociedad en la que vivimos.

Los límites: son las prohibiciones que les ponemos y son las que
les marcan hasta dónde pueden llegar, 
son imprescindibles para su desarrollo y crecimiento personal, indispensables para enseñar y fortalecer comportamientos, fundamentales para aportarles seguridad y protección pues aprenden con ellos a diferenciar lo correcto de lo incorrecto y en definitiva les lleva a sentirse seguros y a tener las ideas claras sobre todo lo que pueden o no pueden hacer.

Ø Establecer “Normas y Límites” y hacerlos cumplir potencia enormemente la seguridad y la autoestima de nuestros hijos, pero sobre todo es imprescindible si queremos conseguir niños más felices y futuros adultos responsables e independientes.

Ø  Son muchos los padres con niños pequeños (de 2 a 5 años) que se quejan de no saber qué hacer para controlar a sus hijos, niños que no les obedecen, que no les hacen ni caso, que son víctimas de sus rabietas, padres que se enfrentan en numerosas ocasiones a niños que son auténticos tiranos y que dominan a sus propios padres y allegados saliéndose siempre con la suya. Y es entonces cuando nos preguntamos: “¿Si no podemos controlarlos ahora, qué pasará cuando sean mayores?” 

Ø  Muchas de estas situaciones las observamos continuamente y están reflejando un problema educativo muy frecuente en nuestros días: la gran dificultad que muchos padres tienen para poner a sus hijos unas normas firmes y eficaces con límites claros, consistentes y no contradictorios, desde su más tierna infancia. 

Ø  Niños que no aprenden unas buenas normas y unos buenos límites, son niños  que no adquieren habilidades de autocontrol, que carecen de autodisciplina, que no se esfuerzan, que no son meticulosos ni perseverantes y que presentan gran tendencia a la frustración, independientemente de su inteligencia y clase social. 

Ø  Niños con mayor nivel de autocontrol, a edades tempranas como por ejemplo los tres años, son mucho menos propensos a desarrollar posteriormente ansiedad, enfermedades psicológicas, abuso de drogas, problemas escolares, delincuencia…, en edades más avanzadas. 

Ø  Las normas y los límites no sólo aportan seguridad sino también protección, ahora bien si el niño es más fuerte que los padres nunca podrá sentirse protegido por ellos.

Ø  Las normas y los límites son una referencia que ayudan al niño a tener las ideas claras sobre determinadas situaciones y criterios. 

Ø  Las normas y los límites enseñan a los niños a saber renunciar a sus deseos inmediatos y esto les preparará para lo que la vida les pueda deparar en un futuro. 

Ø  Poner límites a los niños desde su más tierna infancia es fundamental y no sólo por una convivencia mucho más agradable para todos sino también, y lo que es mucho más importante, porque los niños son los más interesados y los que más se van a beneficiar con el aprendizaje de las normas pues además de infundirles mucha seguridad y confianza en sí mismos, les van a permitir adaptarse mucho mejor a las normas y a los límites que la propia sociedad les va a imponer a lo largo de su vida. 

Uno de los mayores errores que podemos cometer los padres es el de establecer:
“Límites blandos, poco claros o contradictorios”

 Ø Los límites blandos los estaríamos aplicando: Cuando "NO significa SÍ" o "A veces sí, a veces no", o "Quizás" o "Depende de dónde nos encontremos" o "Con quién nos encontremos" o "De cómo sea nuestro estado de ánimo en ese momento”…
Ø  Les estamos diciendo “No”, pero no lo hacemos con firmeza, ni con seguridad o determinación y sin miedo a las consecuencias. El resultado es que el niño sigue portándose mal, no obedece, discute, llora, grita, se enfada... y al final termina saliéndose con la suya una y otra vez.
Ø  Ejemplos de límites blandos los tenemos cuando los padres tienen que repetir una y otra vez las mismas cosas al niño y hasta que no le dan un grito o se enfadan o le castigan, éste no termina de hacerles caso.
Ø  Establecer límites firmes no significa emplear castigos, sermones u otros métodos punitivos sino, todo lo contrario. Se trata de actuar con serenidad pero con firmeza, con pocas palabras pero con ideas claras sobre lo que está bien o sobre lo que está mal y actuar en consecuencia. Y lo que es más importante de forma consistente y de común acuerdo entre ambos padres.  
Ø  Un ejemplo de límite contradictorio lo tenemos cuando un progenitor permite una cosa, el otro la contradice y el niño termina saliéndose con la suya. 
Nuestra conducta afecta a la conducta de nuestros hijos. Es más fácil lograr el cumplimiento de las normas cuando combinamos autoridad con respeto, afecto y muestras de cariño con autocontrol de los propios adultos, ofreciéndoles siempre modelos y comportamientos apropiados que puedan aprender e imitar. Los niños aprenden mucho del autocontrol de los adultos y sobre todo de aquellos adultos de los que más se pueden fiar como son los padres.
 Ø  Es importante poner límites claros y adecuados a la edad del niño. El grado de autocontrol que tiene el niño depende mucho de la actitud de los padres. Tanto el autocontrol como la tolerancia a la frustración se educa y se aprende.
Ø  Los padres somos los educadores y el colegio el complemento. Un niño debe aprender que cuando los padres dicen “No” es inamovible y siempre va a ser así. También deben aprender que pueden gritar, protestar, llorar, tirarse al suelo para mostrar su rabia por algo no conseguido…, sin que nadie se lo impida ni le permita salirse con la suya, pues estaremos enseñándole con nuestro comportamiento autocontrol, tolerancia a la frustración y respeto a la autoridad. Los padres tienen muchas más razones para imponer las normas y los límites que todas las que el niño pueda aportar para conseguir lo que quiere.
QUÉ ES EDUCAR BIEN
Ø    Es enseñar a conocer las propias posibilidades y aceptar las limitaciones, es enseñar a vivir de una forma sana y sabiendo en todo momento discriminar el bien del mal así como las consecuencias de nuestros actos.
Ø  Es enseñar a adaptarse a todas las situaciones tanto las buenas como las malas, no se trata de proporcionar continuamente experiencias buenas y aislarles de las malas, lo importante es enseñarles a aprender de ellas, a tomar decisiones ante diferentes alternativas, seleccionando aquellas que sean más adecuadas en cada situación y en cada momento.
Ø  No es darles ni compensarles por todo lo que nosotros no hemos recibido en nuestra niñez, es aportarles experiencias concretas para que luego puedan decidir y aprender de ellas. Ellos no nacen con nuestras carencias ni con nuestras necesidades, por ello no se las creemos nosotros.
Ø  Es enseñar en el presente para que puedan generalizar y prepararse para el futuro, una mala educación en la infancia se paga con creces en el futuro.
Ø  Es actuar con sentido común. No se trata de ser súper-padres o súper-amigos sino padres que cometen errores pero que se preocupan por dar a sus hijos seguridad, respeto, capacidad de esfuerzo, lucha y superación, exigencia en el cumplimiento de normas y valores… Un buen padre es el que aprende de sus errores y los enmienda rectificando sin perder por ello su autoridad.
Un niño es como una antena, lo capta todo, se entera de todo, lo imita todo. Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que les decimos o contamos. Por ello menos palabras y más modelos.
 Ø Es no mentir pues si mentimos los haremos inmaduros y les enseñaremos a mentir para sentirse más seguros. Si les enfrentamos a las cosas que no les gustan les preparamos no sólo para asumir la realidad sino también para adquirir recursos que le ayuden a resolver los problemas que se les puedan presentar durante su desarrollo personal.
Ø  No es compensar por el poco tiempo que les podemos dedicar, ni es querer ser aceptado por nuestros hijos por encima de todo. Vale más calidad que cantidad, nuestros hijos nos van a aceptar no porque cedamos a sus caprichos sino porque nos ganemos su respeto y su confianza.

Un niño que consigue todo lo que quiere nunca tendrá suficiente. Los niños que aprenden a conseguir las cosas con exigencias cada vez exigirán más y les será más difícil aceptar un “No” por respuesta.
 Ø  Es dar afecto y cariño. Cuando hay afecto y cariño se crea un buen clima familiar y de confianza y en estas condiciones todo resulta mucho más fácil.
Ø No es marcar normas excesivas sino pocas pero claras, concretas y las estrictamente necesarias. Mejor pocas, coherentes con lo exigido y consecuentes que muchas pero ineficaces.
  Un niño intentará probar continuamente hasta dónde llegan los padres y qué pueden conseguir con su actitud. Ahí es donde debemos mostrar nuestra firmeza pues una vez cedamos ante su insistencia resultará mucho más difícil conseguir su respeto ante futuras normas pues no sabrá a qué atenerse.
CONSEJOS PARA ESTABLECER LÍMITES FIRMES:
1)   El mensaje o la norma debe centrarse exclusivamente en el comportamiento concreto e inadecuado, lo importante es educar no dañar emocionalmente: si queremos que un niño haga o deje de hacer algo hay que especificarlo con claridad, centrándonos en lo que queremos que haga o deje de hacer, es decir, en su comportamiento en cuestión, nunca en su actitud o en su valía como persona. Por ejemplo, si el niño nos interrumpe cuando estamos hablando con otra persona, es mejor decir: “Espera hasta que termine de hablar” o “Ahora estoy hablando con otra persona”, en vez de “No seas pesado” o “Compórtate como un niño mayor” “Deja de molestar” “Eres un maleducado, cuántas veces tengo que decirte que no molestes cuando estoy hablando…”.
2) Ser lo más concretos posible, es decir, ir al grano: cuando termines de cenar puedes ver la TV, cuando termines de comer recoge tu plato, cuando dejes de llorar puedes jugar... O por ejemplo: para establecer el horario de llegada a casa de un adolescente hay que concretarlo: “Vuelve a casa antes de las 10”. En vez de “Vuelve pronto” o “No llegues tarde”…
3)  Hablar con calma, no hace falta gritar: dar órdenes o instrucciones en un tono de voz normal y sereno puede trasmitir mucha más firmeza que dar un grito, que sólo indica que empezamos a perder el control en uno mismo.
4) Fijar la consecuencia que traerá consigo el incumplimiento de la norma o del límite y fundamental cumplirla: en los ejemplos anteriores, si pensamos que pueden saltarse la norma podemos recordar la consecuencia: “Si no cenas no ves la TV” “Si no recoges tu plato no puedes jugar” “Si llegas más tarde de las 10 el próximo sábado no podrás salir”... 
5)  Y lo más importante actuar siempre en consecuencia: un límite es firme cuando lleva siempre emparejada la consecuencia. Cuando no se respetan los límites, debe traer consecuencias que deberán ser proporcionales, adecuadas a la transgresión y aplicarlas lo más inmediatamente posible.
 La consistencia es el punto más importante del establecimiento de límites: cuando el niño sabe que sus padres siempre actúan como han acordado, tendrá en cuenta la norma y la respetará.
 
SIN CONSECUENCIAS NO HAY LÍMITES     

Ø     No se puede educar sin aplicar consecuencias. Tanto buenas como malas.
Ø  Un límite es una norma expresada en palabras: “Puedes hacer esto, pero no esto otro…”
Ø  Es normal y hasta bueno que los niños cuestionen los límites, se acerquen a ellos y los sobrepasen. Así son los niños pequeños y es así como poco a poco van aprendiendo.
Ø Los límites físicos también existen y también los niños los cuestionan. Pero saltarse los límites físicos lleva emparejado consecuencias naturales e inmediatas (si corro muy rápido y sin cuidado, tropiezo y me caigo; si toco el fuego me quemo; si cruzo la carretera sin mirar me puede atropellar un coche...)
Ø  Con los límites educativos ocurre lo mismo que con los límites físicos. Si se saltan hay que aplicar consecuencias y eso es educar. Cuando se saltan y no se aplican consecuencias, lo que se aprende es a saltarse los límites, a perder el respeto y con ello el autocontrol, la seguridad y la autoestima. “Eso es malcriar”.
Ø  Cuando aplicamos consecuencias de una manera coherente y sistemática los niños aprenden que cumplimos lo que decimos, saben a qué atenerse, se portan mejor, se sienten orgullosos, colaboran, nos respetan y aprenden a respetar.
Ø  Si, por el contrario, nos mostramos débiles y no aplicamos consecuencias, los niños se arriesgarán continuamente a saltarse los límites pues aprenderán a insistir y a conseguir lo que quieren pero de forma totalmente inadecuada.
Ø  Es importante poner límites y aplicar consecuencias cuando no se cumplen pero también es muy importante reforzar cuando lo hacen bien. Al reforzar lo que hacen bien estamos sentando las bases para cumplir las normas, incrementar seguridad, autocontrol, autoestima y ganas de superación.
El mayor deseo del niño es controlar el entorno y conseguir satisfacción inmediata. Los niños que consiguen todo lo que quieren y cuando quieren serán niños que no soportarán la frustración, que vivirán en ansiedad continua cuando no lo consigan y a la larga les traerá más problemas que beneficios.
Ø  Nunca desautorizar a uno de los padres cuando ha emitido un juicio o un castigo. Los adultos tienen que estar de acuerdo y si se han equivocado reconocerlo y modificar pero nunca desautorizar al otro. El respeto a las reglas es asunto de ambos progenitores. Es fundamental formar un frente común y ponerse de acuerdo, tanto para aplicar premios como para aplicar castigos, pues de lo contrario generaremos inestabilidad y confusión, el niño no sabrá a qué atenerse y su comportamiento se volverá estresante e insoportable y lo aprovechará para salirse siempre con la suya en detrimento de su seguridad, de la convivencia familiar y de su posterior integración en la sociedad.
Ø  Un sistema de normas estable ayuda a saber predecir las consecuencias de su propia conducta y a saber en todo momento a qué atenerse. Los límites que les demos les darán seguridad pues sabrán en todo momento qué hacer y cómo actuar, sin ellos se sentirán perdidos e indecisos pues no tendrán puntos de referencia adecuados. Los niños más inseguros son hijos de padres muy permisivos o muy incoherentes (hoy te castigo por esto y mañana te río la gracia por lo mismo o por algo parecido). 
Ø  Si los niños saben diferenciar lo que está bien de lo que está mal o por qué camino tirar aprenderán a elegir lo que más les conviene y nunca estarán perdidos. Los niños sin disciplina a la larga sufren mucho más, que los que aprenden a desarrollarla con recursos, pues cuando se enfrenten solos a la sociedad no sabrán comportarse y recibirán junto todo aquello que sus padres no han sabido dosificar durante su desarrollo.
Nunca hay que tener miedo por poner unas normas y unos límites aplicados con cariño, afecto y responsabilidad. Los niños desean portarse bien pues les hace sentirse más valiosos e importantes, sin nada que ocultar sino todo lo contrario, desean que todo el mundo conozca todo aquello que han realizado y por lo cual se sienten sumamente orgullosos.
  Ø  Los límites no son sinónimos de castigos sino de enseñanzas pues marcan lo que se espera de nosotros y nos ayudan a asumir la responsabilidad de nuestros actos y el control de nuestro comportamiento. Los niños hacen y aprenden lo que ven, por lo que somos los padres quienes primero debemos respetar las normas. No podemos pedir lo que no somos capaces de hacer. No hay mejor enseñanza que practicar con el ejemplo.
Se aprende mucho a través de la observación y los niños son muy buenos observadores por lo que hay que crear buenos hábitos desde el principio. Si los niños observan coherencia serán coherentes y desarrollarán seguridad y bienestar, si observan confusión serán inseguros, estarán desorientados y desarrollarán incertidumbre y malestar.
 ¿QUÉ CLASES DE CONSECUENCIAS HAY?
Ø  Ya hemos visto que son de dos tipos:
  • Naturales o físicas (si toco el fuego me quemo, si cruzo con el semáforo en rojo me puede atropellar un coche, si nado en mar revuelto me puedo ahogar…) y
  • Lógicas (buenas o malas en función del comportamiento: si mi comportamiento es correcto gratificación si es incorrecto castigo…)

¿CÓMO APLICAR LAS CONSECUENCIAS?
Ø Hay que aplicarlas de manera inmediata a la conducta inadecuada o al incumplimiento de la norma. Es la mejor manera de que se asocien conducta y consecuencia.
Ø  Hay que aplicarlas sistemáticamente, es decir, contingente al comportamiento inadecuado y en todas las ocasiones. No se trata de ser más blandos o más duros en función del estado de ánimo en el que nos encontremos en ese momento.
Ø  Hay que aplicarlas con respeto. Es decir, manteniendo la calma, sin criticar, descalificar, ni humillar al niño. La consecuencia no va contra el niño sino contra la conducta que queremos y consideramos que debe cambiar o se puede mejorar.
Ø   La duración de la consecuencia no debe ser larga. No es necesario castigar a un niño de 5 años a estar sentado durante media hora. Es igual, o más efectivo hacerlo durante 5 minutos (aproximadamente 1 minuto por año de edad).
Ø  Una vez aplicada la consecuencia, borrón y cuenta nueva. Así trasmitimos al niño que la consecuencia es sólo por su comportamiento, una vez aplicada no hay porqué seguir enojado o recordándolo continuamente. A la vez que nosotros controlamos nuestro comportamiento también transmitimos autocontrol.

TÉCNICAS PARA PONER LÍMITES
  • Técnica de Comprobación
  • Técnica del Corte
  • Técnica de la Tregua o del Tiempo fuera
  • Imponerse por la fuerza cuando no queda otro recurso

1) Técnica de Comprobación:
Ø Con esta técnica intentamos asegurarnos de que el niño ha entendido perfectamente aquello que le hemos pedido que haga.
Ø  A veces damos una orden y vemos que el niño está enfrascado en un juego o actividad y que no nos hace caso. En ese momento al ver que no responde a nuestras demandas nos queda la duda de si nos ha oído o no. Mejor que repetir una y otra vez, será ponernos enfrente de él y comprobar si nos ha oído o no lo ha hecho: ¿Puedes decirme lo que te he dicho? o ¿Has entendido lo que te he pedido? o ¿Puedes repetirme lo que te acabo de pedir? En cuanto nos responda que lo ha entendido ya estaremos seguros de que puede asumir la responsabilidad de hacer aquello que le hemos pedido o de asumir las consecuencias por no hacerlo.
 2) La Técnica del Corte:
Ø  Su objetivo es poner fin a las quejas, intentos de negociación, discusiones, etc., con las que el niño intenta dejar de cumplir lo que se le ha ordenado. 
Ø  Con esta técnica, “cortamos” dichas quejas, avisándoles de que si continúan actuando de la misma forma aplicaremos una consecuencia. Por ejemplo, recordamos a un niño que tiene que recoger los juguetes y responde que le toca a su hermano, que lo hará luego, que lo hará cuando terminen los dibujos... Con esta técnica le diríamos por ej.: “Puedes recoger los juguetes o quedarte sin ver la TV o sin salir al parque el resto de la tarde... ¿Qué prefieres?” 
Poner límites exige ser firmes, tanto a la hora de cortar una discusión como a la hora de aplicar una consecuencia.

 3) La Técnica de la Tregua o del Tiempo fuera:
Ø  Su objetivo es aplazar la solución de un problema surgido en la relación padres-hijos, bien retirándonos de la situación o bien aplazando la discusión durante un tiempo hasta que ambas partes se calmen, recuperen el autocontrol y se encuentren en condiciones de dialogar o resolver el problema sin gritos ni discusiones que no llevan a ninguna parte.
Ø  El actuar bajo los efectos de la ira o el enfado hace que se tomen decisiones cargadas de emociones negativas y precipitadas de las que probablemente nos arrepintamos una vez hayamos recobrado la calma. Por ej. el contar hasta diez o darnos autoinstrucciones que nos ayuden a conseguir mayor autocontrol pueden facilitar la comunicación y con ello la solución del problema.
Ø  Si son los padres los que se encuentran alterados pueden darse la siguiente autoinstrucción o automensaje: “Estoy muy enfadado y necesito estar más tranquilo para poder resolver esto. Primero me retiro de la situación, me tranquilizo y cuando me haya calmado manejamos el problema”.
Ø  Si es el niño el que se encuentra alterado podemos decirle: “Como ahora estás nervioso vete a tu habitación y en cuanto te hayas calmado vuelves y continuamos hablando”.
Ø  Tanto con la tregua como con el tiempo fuera se consigue que los problemas se vean con mayor serenidad y sea más fácil llegar a una solución constructiva y por tanto mucho más adecuada.
¿Qué podemos hacer?
Supongamos que hemos aplicado la técnica del tiempo fuera, rincón o pausa obligada y el niño se niega a irse a su habitación por ej., tal y como se le había advertido que ocurriría si no mejoraba su conducta.

Nuestra obligación como padres es educar, enseñar al niño a respetar las normas y los límites que previamente se le han marcado. Por lo tanto no queda más remedio que imponernos por la fuerza.
  
4) Imponerse por la fuerza cuando no queda otro recurso:
Ø  Una de las características de la disciplina positiva es la de evitar los métodos punitivos y el castigo físico. Sin embargo hay momentos en los que los niños nos desafían y retan y se niegan a aceptar las consecuencias que se les aplican. Esto es mucho más probable que ocurra cuando se comienzan a utilizar las técnicas de disciplina positiva con niños a los que se castigaba anteriormente.
Ø  Imponerse por la fuerza no es pegar ni causar daño físico. Se trata de actuar sin violencia. Con determinación le llevaremos de la mano a su habitación, si se le ha impuesto hacer una pausa obligada o tiempo-fuera. Si se resistiera, tendríamos que llevarlo en brazos. Si el niño no quiere quedarse y se escapa tendremos que cerrar la puerta. 
Ø Nuestro comportamiento como padres debe ser sereno, sin enfadarnos, evitando gritar, pero firme. Si nuestro hijo ha perdido el control, nuestra obligación es ayudarle a recobrarlo y la mejor forma es controlándonos nosostros mismos.

No podemos quedarnos impasibles ante la resistencia y el rechazo a las normas pues, si lo hiciéramos así, estaríamos perjudicando seriamente a nuestros hijos.
 

RECORDAR SIEMPRE QUE LAS NORMAS:
Ø  Deben ser justas y claras: El niño debe saber qué se espera de él, qué debe hacer, cuándo y cómo debe hacerlo y qué consecuencias conllevará su cumplimiento o su incumplimiento.
Ø  Deben ser aplicadas igualmente por ambos progenitores: Se aplicarán siempre e independientemente del estado de ánimo, de quién las aplique o del momento en las que se apliquen. 
Ø  Se debe mantener siempre la palabra dada: Antes de decir algo primero hay que pensarlo pues no podemos decir algo que después no podamos cumplir y esto sirve tanto para los premios como para los castigos. 
Ø  Mejor pocas y las estrictamente necesarias que muchas pero ineficaces: A menor edad menos normas. 
Ø  Deben ser razonables y de fácil cumplimiento: No pedir algo que un niño por su edad, condiciones o por circunstancias del momento no pueda llevar a cabo.
Ø  Si se pueden establecer de común acuerdo mucho mejor que si son impuestas: Aceptamos las cosas mucho mejor cuando participamos en su diseño que cuando nos vienen impuestas.  Con estos acuerdos les estamos entrenando para ser capaces de tomar decisiones y asumirlas con responsabilidad.
Ø  Deben ser coherentes y respetarlas todos por igual incluidos los padres: No podemos pedir a nuestros hijos que no tiren papeles por la calle si nosotros lo hacemos.
Por último no olvidemos nunca:
Ø  Que los padres somos los máximos responsables de la educación y del desarrollo personal de nuestros hijos, muy por encima de cualquier colegio o institución de ahí que el aplicar unos límites y unas normas claras, concretas, razonables y adecuadas para la edad del niño será fundamental para conseguir respeto, seguridad, autoestima y desarrollo personal.
Ø Es muy importante a la hora de educar a nuestros hijos evitar determinadas actitudes como la sobreprotección, el autoritarismo, la pasividad, el miedo o cualquier otra actitud inadecuada.
Ø Tampoco debemos olvidar ser sistemáticamente coherentes y consistentes respecto a la aplicación y el cumplimiento de las normas y de los límites, fijando y aplicando tanto los refuerzos como las sanciones.
 
Y algo muy importante y a tener siempre en cuenta:
No olvidemos nunca que lo más importante, a la hora de establecer las normas y los límites, será ser nosotros como padres su mejor ejemplo pues la seguridad, la confianza, el respeto, el autocontrol y la satisfacción personal serán la mejor recompensa que podamos obtener, tanto para nosotros como padres como para nuestros hijos.
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